El cristianismo y la felicidad

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En el artículo anterior, “La ley escrita en el corazón”, concluíamos que todas las sociedades alrededor del mundo comparten los mismos principios morales, tal vez difieren sobre cómo proceder en cuanto a estos principios, pero coincidían en el principio básico; tal vez discrepan sobre a quién debemos hacer el bien, pero concuerdan en que hacer el bien a los demás es lo correcto. De alguna manera esa ley natural está escrita en los corazones de las personas alrededor de todo el mundo. Alguien podría cuestionar si todas las personas alrededor del mundo tendrán esa ley en su corazón, y la respuesta es no: no todos tienen esa ley en su corazón, del mismo modo que no todas las personas logran distinguir el color verde del color rojo.

Luego, nos cuestionábamos cuál sería el punto de practicar el cristianismo y de estudiar la Biblia si a final de cuentas también comparten estos mismos principios universales y aprenderemos a obedecer los mismos lineamientos que la ley civil y la moral de la sociedad también nos enseñan a seguir. ¿No será que la religión ya es obsoleta para estos tiempos? ¿no sería ya hora de dejar atrás la religión?.

El cristianismo, la búsqueda de Dios y el estudio conciente de la Biblia nos lleva a algo más que hacer lo correcto, nos llevar a tener vidas plenas, felices y sentirnos satisfechos con lo que tenemos y con lo que vivimos a pesar de las cosas que podríamos considerar malas.

Primero, ¿por qué Dios le dio los mandamientos a los hombres?. Respuesta equivocada: porque es un viejito de barba larga que un día estaba sentado en su trono sobre la cúpula celeste y se sintió aburrido entonces dijo: “le daré estos mandamientos a los hombres, les prohibiré un montón de cosas y pasaré los próximos 5,000 años observando como luchan contra esas reglas que en este momento me estoy inventado”.

Respuesta correcta: Dios nos ha dado sus mandamientos porque desea que nos vaya bien en la vida.

“Guarda sus estatutos y sus mandamientos, los cuales yo te mando hoy, para que te vaya bien a ti y a tus hijos después de ti, y prolongues tus días sobre la tierra que Jehová, tu Dios, te da para siempre.”

– Deuteronomio 4:40

 

“Jehová nos mandó que cumplamos todos estos estatutos, y que temamos a Jehová, nuestro Dios, para que nos vaya bien todos los días y para que nos conserve la vida, como hasta hoy.”

– Deuteronomio 6:24

Dios quiere que al hombre le vaya bien en la Tierra y le dio sus mandamientos para que su vida sea buena. Dios no ha prohibido ciertas cosas simplemente porque le desagradan o porque le dio la gana, o porque es “mi universo, mis reglas”. Dios prohibe ciertas cosas porque sabe que nos harán daño, que harán que nuestras vidas no tomen un buen rumbo y hará que eventualmente seamos infelices. Algunos cristianos erróneamente dicen “debemos evitar esas cosas simplemente porque no son agradables a los ojos de Dios”. Dios no es cualquier individuo caprichoso, como un ser perfecto que Él es no se deja llevar por emociones o por gustos, y ciertamente no moldearía sus mandamientos en base a gustos o emociones. Eso es una característica típica del ser humano: si soy el jefe de una oficina, veo bien a los que apoyan a mi equipo favorito y veo mal a los que apoyan a otro, e incluso puedo a llegar a ser tan fanático que le prohibo a mis empleados mencionar siquiera al equipo rival. Los seres humanos son los que funcionan así, que se dejan llevar en base a lo que les es agradable. Dios es más perfecto que eso. Cada mandamiento que Dios da, lo da por una razón, y cuando alguien decide desobedecerlo vemos que a esa persona no le va bien y entonces entendemos la razón por la cual el mandamiento fue dado. Los humanos somos como un niño al cual el padre le dijo que no meta los dedos en el tomacorriente, pero cuando el padre no está viendo mete el dedo en el tomacorriente, luego siente la desagradable descarga eléctrica y entonces entiende por qué no debe hacer eso. Así somos los humanos.

Ahora, alguien puede preguntar, ¿por qué Dios creó el mal y por qué creó a Satanás?. Para empezar Dios no creó el mal, lo que Él hizo fue crear al ser humano con libre albedrío y capacidad de decisión. Los animales no tienen eso, no tienen noción del bien ni del mal, no son malos por asesinar a otro animal, pues solo están siguiendo su instinto que los impulsa a alimentarse; tampoco son malos porque un macho mate al macho alfa de la manada para convertirse en el nuevo macho alfa, ese es simplemente su instinto y tiene como finalidad perpetuar su propia descendencia y a la larga mejorar la especie. Dios hizo así a los animales, les dio instinto y no le dio la capacidad de decidir si obedecerlo o no; mientras que con el ser humano le dio la ley escrita en su corazón, luego le dio sus mandamientos, y también le dio libre albedrío para decidir si obedecer o no, y el mal simplemente aparece cuando el ser humano decide no seguir la ley en su corazón y los mandamientos de Dios. Para que el mal no existiera, sería necesario que los humanos no tuvieramos esa libertad de decisión, con lo cual seríamos un animal más y ni siquiera tendríamos la capacidad de darnos cuenta que el mal no existe. En cuanto a Satanás, en nuestro contexto cristiano occidental creemos que Dios y Satanás están en una especie de guerra y que los humanos hemos quedado atrapados como víctimas en el fuego cruzado. Por otro lado, en la tradición judía, Satanás es visto como el ángel acusador, aquel que se encarga de demostrar que el hombre no tiene los suficientes méritos, pero a final de cuentas sigue siendo un ángel al servicio de Dios y no puede hacer más que aquello que Dios le permita. Así queda manifestado en Job 1:7-12:

Dijo Jehová a Satanás:

—¿De dónde vienes?

Respondiendo Satanás a Jehová, dijo:

—De rodear la tierra y andar por ella.

Jehová dijo a Satanás:

—¿No te has fijado en mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal?

Respondiendo Satanás a Jehová, dijo:

—¿Acaso teme Job a Dios de balde? ¿No le has rodeado de tu protección, a él y a su casa y a todo lo que tiene? El trabajo de sus manos has bendecido, y por eso sus bienes han aumentado sobre la tierra. Pero extiende ahora tu mano y toca todo lo que posee, y verás si no blasfema contra ti en tu propia presencia.

Dijo Jehová a Satanás:

—Todo lo que tiene está en tu mano; solamente no pongas tu mano sobre él.

Y salió Satanás de delante de Jehová.

No es el punto de este artículo intentar convencer a nadie de la existencia de Satanás. Existe diversidad de opiniones en relación a si Satanás es una entidad real o si es solo un simbolismo ya que los nombres “Satanás” y “Diablo” vienen de raíces que significan “enemigo” o “adversario”. Pero para aquellos que opinen que Satanás es una entidad real con conciencia y capacidad de actuar, se les ilustra qué dice la Biblia sobre dicho personaje.

Ahora viene el punto importante: ¿cómo en el cristinismo aprenderé a ser feliz a pesar de TODO?, ¿cómo seré feliz si una desgracia me ocurre?, ¿cómo seré feliz si me faltan mis piernas?, ¿cómo seré feliz si de repente muere un ser querido que estaba viviendo lo mejor de su vida?. Aquí viene la parte más difícil de entender, que incluso a los cristianos mismos les cuesta entender e incluso si lo logran entender a un nivel racional suelen tener dificultad para bajar este principio a su corazón y actuar de acuerdo a ello.

En este mundo los seres humanos tenemos básicamente dos opciones:
1) Creer que el universo es aleatorio, que las cosas simplemente ocurren y no hay ningún propósito ni ningún plan detrás de todo lo que ocurre. Aquel que piense así y encuentra satisfacción en esta creencia, pues está bien, no está obligado a creer nada diferente… al menos no hasta que ocurra algo en su vida que lo obligue a reconsiderar esta postura.
2) Creer que las cosas ocurren por un propósito, que aunque en el momento no lo entendemos, creer que si tenemos la suficiente paciencia en un futuro veremos las cosas en retrospectiva y entenderemos el propósito por el cual las cosas ocurrieron.

En el cristianismo se escoge la segunda opción. Creemos que Dios tiene un propósito por el cual hace las cosas o por el cual permite que ocurran. Además creemos que ese propósito siempre es para nuestro propio bien. Vale aclarar la diferencia entre que Dios “haga las cosas” y “permita que ocurran”, hay cosas que Dios las hace y otras que deja que pasen, (así como el caso de la historia de Job, no fue Dios quien le quitó a Job todo lo que tenía, fue Satanás). Es necesario hacer esta aclaración, porque si creyéramos que es Dios quien hace y provoca todo entonces muchos se sentirían tentados a culparlo por sus desgracias.

Cuando finalmente somos capaces de aceptar que todo ocurre porque Dios permite que ocurra, que permite que ocurra por un propósito, y que ese propósito siempre es para nuestro bien y nunca para nuestro mal, entonces somos capaces de llevar nuestra vida felices, con tranquilidad, en paz. En ese punto incluso somos capaces de agradecerle a Dios por lo que consideramos bueno y también por lo que consideramos malo.

Vale la pena también aclarar un par de cosas. Primero, llegar hasta este punto requiere de una fe muy sólida, por lo cual es normal si tenemos dificultad para llegar hasta este punto y saber aceptar y agradecer todo lo que nos ocurra. Segundo, hasta los grandes personajes bíblicos como Abraham, Moisés, David, tuvieron sus momentos de debilidad en los cuales su fe tambaleó, por lo cual no es raro que nosotros también tengamos momentos así, pero lo importante es que sepamos reconocer cuando nuestra fe ha fallado y corregirnos. Tercero, la felicidad que se encuentra en el cristianismo no es un estado permanente de alegría y gozo, y de hecho es un error decirle a alguien del mundo que busque a Dios para ser feliz, pues dicha persona esperará justamente esa felicidad: un estado permanente de gozo y ausencia de cualquier dolor; esa es la definición de felicidad que tiene el mundo y no es la clase de felicidad que se encuentra en el cristianismo Y por último, muy importante, aceptar que todo viene de Dios no significa que ya no experimentaremos dolor. El dolor es una reacción natural, si nos golpean la mejilla sentiremos dolor, sin importar que tenga yo en mi mente o en mi corazón, un golpe en la mejilla siempre me dolerá. Del mismo modo, es normal sentir dolor si experimentamos alguna desgracia, como la muerte de un ser querido, un accidente o la pérdida de un empleo, es totalmente normal. Pero el dolor pasa, igual que el dolor del golpe en la mejilla. Lo que continua doliendo con el tiempo son los sentimientos que nosotros mismos alimentamos, el rencor contra aquel que me golpeó, la amargura por revivir la tragedia que tuvimos. Si esperamos a que el dolor pase, entonces seremos capaces de aceptar que Dios permitió que las cosas ocurrieran, agradecerle por ello, para luego recuperar la tranquilidad, la paz e incluso la felicidad.

«Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré allá.
Jehová dio y Jehová quitó:
¡Bendito sea el nombre de Jehová!»
– Job 1:21

En resumen: ser cristiano y estudiar la Biblia no tienen como único objetivo hacernos buenas personas que hagan lo correcto, sino además que nos vaya bien en la vida, para que vivamos nuestras vidas tranquilos, para que seamos capaces de ser felices y ser capaces de sobrellevar cualquier situación que experimentemos en la vida.

Así terminamos esta serie. Comenzamos con la apuesta de Pascal, que decía que lo lógico era creer en Dios, pues ganábamos mucho si creíamos en él; luego pasamos a la apuesta Atea, la cual decía que nos preocupáramos por llevar una vida bondadosa y que si existía un Dios benevolente, Él nos recompensaría por nuestra bondad; luego partiendo de la apuesta atea consideramos el hecho de que los ateos le den importancia a la bondad, con lo cual pasamos a la ley escrita en el corazón, en donde analizábamos que de alguna manera los principios morales son universales y son los mismos en todas partes del mundo, y están plasmados también en la Biblia; y cerramos con este artículo, donde vemos que el hacer lo correcto no es el único objetivo del cristianismo, de la Biblia y de los mandamientos de Dios.

A quien no haya leído los demás artículos, le recomendamos que lo haga comenzando con la Apuesta de Pascal. Espero que esta serie les haya sido de utilidad para sus vidas.

Que la paz de Dios esté con ustedes, estimados lectores.